Es el narrador que lo sabe todo, es una especie de Dios, tiene acceso a la conciencia de los personajes, a sus pensamientos, emociones, conoce, ve y enuncia todo acerca de ellos y de su mundo.
Ejemplo:
“Los dos parecen raros, pensó Maisie Johnson. Todo le parecía muy raro. Era la primera vez que estaba en Londres, y había venido para trabajar a las órdenes de su tío en Leadenhall Street, y ahora, al cruzar Regent´s Park por la mañana, aquella pareja la había sobresaltado. La joven parecía extranjera, y el hombre parecía raro; hasta el punto de que, cuando fuera vieja, aún los recordaría” (La Señora Dalloway, Virginia Woolf)
“Mientras cruzaba Victoria Street, pensó qué tontos somos.” (La Señora Dalloway, Virginia Wolf).
Es aquel que además de narrar la historia participa en ella. Según su importancia este narrador se clasifica en:
Autobiográfico: es el protagonista de la historia que cuenta de sí mismo.
Este narrador aparece comúnmente en: obras autobiográficas, diarios o relatos epistolares. Autores como James Joyce, Virginia Wolf, William Faulkner, incorporan a este tipo de narrador el monólogo interior y el fluir de conciencia.
Ejemplos:
“Por dificultades en el último momento para adquirir billetes, llegué a Barcelona a medianoche, en un tren distinto del que había anunciado y no me esperaba nadie.” (Nada, Carmen Laforet).
“Mi angustia crecía a medida que se agotaban los días de agosto, mientras una voz opaca susurraba en mis oídos, cada noche, que no habría jamás otro verano.” (Malena es un nombre de tango, Almudena Grandes).
Testigo: es un personaje que solo cuenta lo que ve, presencia o le contaron. Este narrador no es el personaje principal, aunque participa en las acciones.
Ejemplo:
“El señor Sherlock Holmes, que por lo general se levantaba muy tarde, excepto en las frecuentes ocasiones en que pasaba en vela toda la noche, estaba sentado a la mesa del desayuno. Yo me hallaba de pie junto a la chimenea y recogí el bastón que nuestro visitante había olvidado la noche anterior.” (El perro de los Baskerville, Arthur Conan Doyle).
Otra clasificación organiza a los narradores según la persona gramatical que narra los hechos:
Nos cuenta los hechos desde el yo, desde su punto de vista, los presenta en forma subjetiva, cuenta solo lo que él ve, piensa o siente.
Ejemplo:
“Era la primera vez que viajaba sola, pero no estaba asustada; por el contrario, me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda libertad en la noche.” (Nada, Carmen Laforet).
Este narrador parece que se dirige al lector directamente (tú), es un narrador en primera persona o una variante que narra como si la conciencia hablara, es una voz que cuenta al protagonista de la historia lo que ha hecho o lo que hace. Es complejo, pero con el ejemplo quedará claro.
Ejemplo:
“Recoges tu portafolio y dejas la propina. Piensas que otro historiador joven, en condiciones semejantes a las tuyas, ya ha leído ese mismo aviso, tornado la delantera, ocupado el puesto.” (Aura, Carlos Fuentes).
Este narrador podemos encontrarlo en el monólogo interior, incluso lo ocupamos de manera natural al pensar, por ejemplo: “ya llegaste tarde”.
Este narrador no participa de los hechos, los relata desde fuera, cuenta lo que le ocurre o sucedió a otro u otros (él, ella, ellos, ellas).
Ejemplo:
“En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio.” (El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Cervantes).